lo peor de
todo es llegar a la casa, cambiarse el uniforme de trabajador
responsable con horario de oficinista mal pagado y encontrar el mono
ambiente como una clara evidencia de la soledad. lo peor de todo es
regresar a ese minúsculo espacio y enfrentar la realidad, esa que
habita en la cabeza. cerrar los ojos tal vez, con fuerza, apretando
también los puños, como queriendo, con ese acto, escapar.
las
pastillas en el velador, mezcla barbitúrica de colores para
controlar el sueño, el ansia, la desesperación; medicado por un
especialista que no hace que los fantasmas se vayan. noche de
pesadillas; la azul para dormir, la amarilla para relajarse. buscas y
no hay ninguna contra los sueños.
las imágenes
se repiten, vuelven siempre. al pie de la cama una figura se muestra
roja y gigante, avanzando siempre hacia ti, riendo. sientes el calor,
la fiebre recorriendo tu cuerpo, delirio absoluto de la oscuridad.
quieres llorar, controlar el miedo, huir lo más lejos posible, pero
siguen ahí, se convierten y mutan, pasan del rojo al naranja,
buscándote.
levantas la
cabeza y los ves, siempre al pie de tu cama, mirándote e intentando
alcanzarte. sientes que tu corazón va a estallar. gritas, sin
sonido, solo abres la boca y en ese momento caes rendido. ya no hay
seres extraños, ni momias persiguiéndote. las presencias que te
habitan y descontrolan se han ido. aunque sabes que no habrá calma,
porque tienes claro que al día siguiente, hagas lo que hagas,
volverán.
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